Conozco un lugar que a primera vista no es gran cosa pero que, si sabes mirar, regala una luz maravillosa al atardecer, que se filtra entre los árboles y se refleja en el suelo rojo y en las espigas de trigo en primavera. No pasa mucha gente por allí, puedes perderte entre los olivos y hasta en pleno verano a última hora de la tarde corre una brisa de esas que dan un respiro en los días de calor.
Por ese lugar paseamos y buscamos piedrecitas, flores y palos con los niños, hasta que llega un momento en que ellos se olvidan de mí y se centran en su familia, en disfrutarse y crear un momento para recordar más tarde. Y entonces es cuando salen las mejores fotos.
Cada vez estoy más convencida de que busco un ambiente, no una localización; un gesto, no una pose; una emoción, no una cara bonita; una luz, no un color en concreto. Y la respuesta de mis clientes al ver el resultado me confirma que no voy equivocada.
El estudio de LaLuna anda estos días patas arriba con cambios y novedades que (espero) acaban pronto, y mi olivar ya está a punto para recibir a nuevas familias.
Así que… te apuntas tú también?
Agenda abierta para sesiones a partir del 28 de agosto, vamos a tope!