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A veces hay que hacer un largo recorrido para llegar a la solución más básica, y despojarnos de todo lo accesorio para descubrir lo que de verdad nos llena. Quizás os parece algo obvio, pero muchas veces los fotógrafos llegamos al límite de la obsesión pensando en cuestiones técnicas, en atrezo, localizaciones o proveedores. La mayoría de nuestro tiempo de trabajo no lo pasamos haciendo fotos, sino inmersos en cuentas, en gestiones con los clientes y las redes sociales, buscando formas de mejorar nuestro negocio, editando… Por suerte, creo que mi evolución profesional me está llevando sin más desvíos a ese “menos es más” recurrente pero que funciona: menos atrezo, menos preparación, menos “humo”; más naturalidad, más emoción, más “esencia”.

La emoción es lo que importa. Una imagen tiene que contar una historia, transmitirnos unas sensaciones, y para eso es super importante la vivencia de la sesión de fotos.

Muchas veces me he encontrado con padres algo cohibidos antes de empezar la sesión, imagino que porque se enfrentan de forma equivocada a una experiencia desconocida: nervios por salir bien, inseguridad por si los niños no responden como se espera, etc. A veces con la mejor intención “presionamos” al niño durante la sesión para que haga lo que nos gustaría ver cuando lo único que hace falta es que le inspiremos seguridad y ganas de pasarlo bien y que él se muestre como es. No hay una forma correcta o equivocada de comportarse frente a la cámara. Cada niño es único y especial. Nunca me canso de decirlo.

Intento que mis sesiones sean una vivencia bonita para toda la familia. De hecho, el hielo se suele romper pronto y enseguida surgen conversaciones sobre la educación de los hijos, los embarazos, la fotografía, anécdotas o bromas. Con los niños paso un rato antes de parapetarme tras la cámara, me pongo a su nivel, les pido opinión, permiso e ideas, y casi siempre me sorprenden! Se trata de que disfrutemos no solo viendo las fotos, sino haciéndolas, porque esa experiencia es la que se revivirá cada vez que repasemos las imágenes. Y estas no mienten, menos aún si los niños son sus protagonistas y si el fotógrafo sabe esperar a que se pasen los nervios y la timidez y aparezca lo esencial. En casi todos los casos al cabo de un rato los protagonistas de las fotos se han olvidado de mí y se dedican a disfrutar del rato que están pasando. No os voy a pedir que poséis, sino que os mostréis juntos con naturalidad.

Las respuestas de los clientes a posteriori, como “ha sido una experiencia preciosa”, “lo reflejaste tal y como lo sentíamos” o “pasamos una tarde fantástica” hacen que cada día me reafirme más en que lo más importante son las emociones que se viven durante la sesión y las que perviven en las imágenes que conservaremos siempre.

Regálate una experiencia así con tu familia. Os espero!

Fotos: Carlos con sus padres por los Jardines de Murillo.

 

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