La receta del éxito para una sesión de fotos de familia es mezclar en un entorno bonito a un grupo de personas con ilusión por pasar una buena experiencia y por conservar un puñado de imágenes que valgan mucho la pena, que hablen de ellos, que sean un regalo para sus hijos cuando sean mayores. Cuando tengamos esos ingredientes listos, con su pizca de nervios y su ganas de empezar, se trata de ir sin prisas, saber mirar, crear complicidad y empezar a SUMAR y RESTAR…
Menos controlar y más dejarse llevar. Reírnos, pasear, jugar, disfrutar el momento. Cerrar los ojos y sentir.
Menos planificar y más improvisar según lo que los niños nos ofrecen. Son una fuente inagotable de ideas y de buen rollo si les dejamos ser ellos mismos, así que…
Menos hablar los adultos y más escuchar a los peques. Dejarnos llevar por su espontaneidad es la mejor excusa para relajarnos y perder la vergüenza.
Menos mirar a cámara y más miraros entre vosotros, achucharos, tocaros. No hay nada más bonito que una caricia espontánea mirando a los ojos.
Menos estar pendientes de complejos y apariencias y más atender a las emociones que sentís. No buscamos retratos de modelos publicitarios, sino captar los sentiemientos que existen entre vosotros.
No siempre hay que sonreír, no siempre hay que salir perfectos. Pero SIEMPRE hay que tratar de disfrutar el momento, porque eso se notará y mucho en el resultado. Será lo que perdure.
Así que si me dais estos ingredientes y nos proponemos sumar juntos, yo os prometo aportar la técnica, el cuidado por la luz y las mismas ganas y cariño que pongo siempre. Seguro que nos sale algo rico, bonito e inolvidable.
Fotos de la sesión de Elena con sus padres, que me lo pusieron muy fácil en momentos difíciles y les doy las gracias por ello. Mayo de 2020
