Creo que cuando una familia se pone delante de mi cámara para que la retrate siempre es una muestra de confianza no solo en mi trabajo sino en la sensibilidad que puedo tener para entender y conocer cómo son como familia. De ellos depende por supuesto hasta qué punto se abren a contarme su vida, sus inquietudes o sus deseos para el futuro. Y esto me pasa a menudo aunque pueda parecer raro que se den relaciones así en tan poco tiempo, porque la fotografía de familia no va de vender papel sino de conseguir que fluyan emociones y que las fotos transmitan sensaciones a quienes las ven. Por eso intento personalizar cada sesión y conocer un poco a mis clientes, padres e hijos. Con algunos he llegado a tener una relación de cariño y complicidad que me hace muy feliz. Es un plus de este trabajo que me hace seguir contra viento y marea y por el que doy las gracias cada vez que nos reencontramos y puedo hacer algo bonito con ellos.
Algunas veces, que una familia me abra las puertas es literal. Las casas cuentan también mucho de cómo somos, la atmósfera que se respira, la decoración, las fotos que tienes expuestas, los juguetes… así que me encanta trabajar en las casas de mis clientes siempre que las condiciones lo permiten y más aún en ocasiones especiales como la que os enseño hoy.
Se trata del día del bautizo de Carmen, una fecha muy deseada que sus padres quisieron conservar en imágenes desde los preparativos antes de la ceremonia. Desde que llegué a su casa por la mañana me di cuenta del cariño con el que habían preparado cada detalle, de la ilusión con la que querían que llegara ese día.
Espero haber estado a la altura para conservar las sensaciones de esas horas. Para mí es un lujo poder ser testigo de momentos tan únicos. Gracias, Macarena y Pablo, por dejarme compartirlo.
Si quieres más información sobre mis reportajes de bautizo, escríbeme a info@lalunafotografia.com.