Vuelta al trabajo tras las vacaciones: pereza, ritmo desacompasado con todo lo que tenía pendiente, calor, la ciudad a medio gas, y por delante una sesión de bebé. Y no solo un bebé sino dos. Y no recién nacidos sino ya con un mes! Eso era empezar poniendo alto el listón 😉
Más tarde les reconocí a Manuel y Laura que si acepté el encargo era por el aprecio que ya nos teníamos desde su sesión de embarazo. Porque es cierto que en este oficio nos cogemos cariño y conocer a nuevos miembros de una familia y verlos crecer y vivir delante de mi cámara es algo que me apasiona.
Y el caso es que -regalos que te da la vida cada día- Manuel y Laura llegaron con dos preciosidades en brazos, felices y tranquilos los cuatro, y lo que esperaba como una sesión difícil y complicada fue como un baile a dos bandas en el que los mellizos me recordaron lo importante que es saber observar a los bebés, dejar fluir el movimiento, el gesto y el ritmo. Ese día me limité a acompañar y a admirar esa complicidad única de los que, siendo todavía tan chiquitines, ya comparten tanto. Y fue una experiencia preciosa.
Martín y Lucía, agosto 2017