Pasamos un rato paseando por el Monasterio de la Cartuja. Como en todas las sesiones con niños tan pequeños, suelo intervenir poco, me limito a seguirles y a estar atenta para dejarme soprender por sus gestos o sus ocurrencias, a marcar una dirección y a intentar jugar con ellos y con la luz que tengo en cada momento.
Candela es pequeñita pero lo llena todo. Se aleja un poco y vuelve corriendo junto a sus padres. En un momento dado me doy cuenta de lo bonitos que son sus abrazos y de la suerte de poder guardarlos para siempre. Hago una de esas fotos que sé que me gustarán al llegar a casa y también dentro de mucho tiempo.
Seguro que alguna vez, mientras vuestros hijos os abrazan fuerte y los sentís tan cerca, os habría gustado ver la expresión de sus caras. Y pasado el tiempo, ¿aún recordaréis esa emoción, la sensación de sus cuerpecitos? El tiempo pasa muy deprisa. Fotos así perduran para siempre.
Gracias a María Luisa y Andrés por su confianza, y a todos los padres que me permitís mostrar mi trabajo y compartir vuestros momentos en LaLuna.