Antes de una sesión de fotos de familia, a veces mis clientes me hacen muchas preguntas sobre qué ponerse, cómo comportarte, qué deben o no deben hacer frente a la cámara. Eso me ha servido a mí misma para averiguar qué es eso que no puede faltar en una sesión de fotos, lo que no puede fallar para asegurar un buen resultado… y cada vez estoy más convencida de que lo que nunca puede faltar es el cariño.
El cariño por mi parte a la hora de buscar la mejor luz en el mejor sitio, a la hora de intentar personalizar cada reportaje, de conectar con cada niño y tratarlo como lo que es: una persona única con las peculiaridades de su edad, su propio carácter y sus circunstancias. No concibo el retrato sin pensar que cada persona que se pone delante de mi cámara merece toda mi atención durante ese tiempo, y por supuesto todo el “respeto” hacia sus estados de ánimo y su forma de ser. En el 99% de los casos, en cuanto arañas un poco la superficie, ellos me dejan ver un fondo precioso y único.
Y por vuestra parte, ¿qué es imprescindible para una sesión de fotos? Pues lo mismo: el cariño. Dejar de lado la apariencia, la preocupación por salir lo mejor posible. Sé que al principio es difícil, pero cuando mostráis vuestras emociones, os olvidáis de la cámara y os dedicáis a disfrutar de vuestra familia, a mostrar el cariño que os tenéis, os aseguro que salen fotos bellas, porque esas son las que tienen la capacidad de emocionar.
Un ejemplo de esto que os cuento creo que se ve en la sesión de Candela con sus padres. Unas fotos que hicimos en un parque de Sevilla en otoño sin más apoyos que la naturaleza, la luz y las emociones que ellos me dejaron ver. ¿A que son bonitas?