De esta sesión me quedo con tres cosas: la luz dorada del atardecer, la energía positiva que desprenden las imágenes, y que las niñas protagonistas sean más mayores de lo habitual. Nunca he comprendido por qué es tan poco común seguir haciendo retratos profesionales a nuestros hijos a partir de los diez años. Sé que aparentemente es más fácil conseguir fotos divertidas y tiernas con bebés y niños más pequeños, pero os aseguro que el resultado para la familia sigue siendo igual de bonito. Es más, para l@s chic@s es un regalazo tener unas fotos profesionales, y la mayoría llega y se va con mucha ilusión. Casi siempre es cuestión de saber escuchar y tener empatía, ya sabéis…
Quiero dar las gracias a la familia de Violeta y Rita por dejarme demostrarlo, por su confianza en mi trabajo durante la sesión y por mostrarse tan naturales y dispuestos.
Si queréis saber más sobre cómo retratar la preadolescencia, podéis leer este post que escribí hace un tiempo sobre mi experiencia personal y profesional.